martes, 24 de junio de 2025

Aporte propio sobre como la Criminología permite construir un mejor país.

 

Pensar en un país mejor no es solo imaginar menos delitos, es imaginar una sociedad con más justicia, más dignidad, más equidad, y menos violencia estructural. En ese sentido, la Criminología tiene un potencial transformador enorme, no porque tenga todas las respuestas, sino porque es capaz de hacer las preguntas que nadie quiere hacer: ¿por qué se atenta?, ¿a quién castiga realmente el sistema?, ¿cuáles condiciones sociales están alimentando el crimen?, ¿quién queda olvidado en la lógica del castigo? Comprender la Criminología no es memorizar definiciones; es entender que detrás de cada delito hay una historia humana que pudo evitarse.

Desde mi perspectiva, la Criminología puede ser una herramienta vital para construir un mejor país si se asume con compromiso ético, técnico y social. Es una ciencia que permite ir más allá de la reacción al delito, la criminología nos invita a anticiparnos, a prevenir, a leer las señales del entorno, a comprender las causas profundas del conflicto y a actuar con inteligencia y sensibilidad. Y lo hace no desde la especulación, sino desde la evidencia, la multidisciplina y una visión más realista del ser humano.

Uno de los principales aportes que puede ofrecer la Criminología al país es su enfoque en la prevención social del delito, en lugar de esperar a que una persona quiera infringir la ley, propone actuar sobre los factores de riesgo: la pobreza, la exclusión, la violencia doméstica, el abandono escolar, el consumo problemático de sustancias, entornos urbanos hostiles. La Criminología identifica estas realidades, las estudia y propone políticas públicas que pueden cambiar destinos, un país que invierte en prevención construye ciudadanos, no delincuentes.

Además, la Criminología tiene la capacidad de humanizar el sistema penal, en muchos casos, la justicia tradicional se enfoca exclusivamente en sancionar, sin preguntarse si la pena tiene sentido, si repara, si transforma, o si solo reproduce daño. Desde la Criminología, es posible construir una justicia más restaurativa, donde las víctimas sean escuchadas, los ofensores comprendan el daño causado y la comunidad participe en los procesos de reconciliación, esto no significa debilitar la ley, sino fortalecerla con humanidad.

Otro aspecto fundamental es que la Criminología permite visibilizar realidades que el Derecho Penal ignora, no todo lo injusto es delito, y no todo lo que es delito se aplica de forma justa. La Criminología señala cómo la ley penal puede ser selectiva, cómo castiga más fuerte a los pobres que a los poderosos, cómo invisibiliza ciertas víctimas o cómo ignora delitos estructurales como la corrupción, la evasión fiscal o la violencia institucional. Esta capacidad de crítica permite construir un país más justo, donde el castigo no dependa del lugar donde naciste o de cuánto dinero tengas.

También considero que la Criminología contribuye a mejorar el país cuando fortalece la participación ciudadana y comunitaria en la seguridad, no podemos depender solo de la policía o las cárceles, la seguridad debe ser responsabilidad compartida, construida desde los barrios, las escuelas, los centros culturales y las organizaciones sociales. La Criminología comunitaria, por ejemplo, aporta herramientas para que las comunidades analicen sus propios conflictos, se organicen y generen soluciones desde adentro, esta participación activa genera unión social, sentido de pertenencia y disminuye el temor generalizado.

Por otro lado, las ciencias criminológicas, integradas de forma estratégica, permiten una visión mucho más completa del problema delictivo, no se puede estudiar el delito sin la Psicología, sin la Sociología, sin la Antropología, sin el Derecho Penal, sin la Política Criminal o la Penología. Cada ciencia aporta una pieza al rompecabezas. Por ejemplo, la Psicología ayuda a entender las motivaciones individuales; la Sociología, los contextos de exclusión; la Penología, el funcionamiento de las penas; y la Criminología, como disciplina integradora, propone una lectura compleja que articula todas estas dimensiones. Esa integralidad evita respuestas simplistas y permite diseñar políticas más efectivas y más humanas.

Otra forma en que la Criminología puede coadyuvar a un mejor país es combatiendo el populismo disciplinario. En tiempos de miedo, la solución más fácil suele ser endurecer penas, aumentar policías y construir cárceles, pero esa lógica es cortoplacista, costosa y, en muchos casos, ineficaz, la Criminología puede ofrecer datos, investigaciones y análisis que demuestran que funciona realmente para reducir el delito, puede desmentir mitos, enfrentar discursos políticos peligrosos y exigir decisiones basadas en evidencia y no en votos. Un país informado es menos manipulable.

Finalmente, creo que la Criminología también contribuye a un país mejor cuando reivindica a las víctimas sin revictimizar, cuando las escucha, las acompaña, y reconoce su dolor sin instrumentalizarlo. Muchas veces, las víctimas son olvidadas una vez termina el juicio, la Criminología puede generar mecanismos de reparación, programas de apoyo y transformaciones institucionales que garanticen que ninguna persona vuelva a pasar por lo mismo. Y, al mismo tiempo, puede trabajar con los ofensores para que entiendan, reparen y no reincidan.

Y como conclusión, la Criminología tiene un papel fundamental en la construcción de un mejor país porque se atreve a mirar donde otros no quieren ver. Porque no se limita a castigar, sino que busca comprender, prevenir y transformar, porque combina técnica con sensibilidad, conocimiento con ética, y análisis con acción. Un país que se toma en serio a la Criminología es un país que decide proteger a las personas, no solo reaccionar ante los delitos, este sería un país que busca la paz no desde la represión, sino desde la justicia social.

En el noticiero “Noticias Repretel” la Policía informó que desmanteló una red criminal desconocida hasta ahora, compuesta por coligalleros que operaban en la zona de Crucitas, involucrados en narcotráfico y extorsión. Desde una perspectiva criminológica:

Prevención y análisis estructural: se revela cómo operan grupos criminales en áreas rurales, lo que exige un estudio de causas, entornos y dinámicas locales.

Política Criminal: reconoce la necesidad de fortalecer estrategias territoriales, coordinación institucional y despliegue proactivo de recursos policiales.

Penología: plantea interrogantes sobre el tratamiento judicial y penitenciario de los arrestados, y la eficacia de medidas preventivas posteriores.

Desde la Criminalística, el caso muestra la aplicación técnica: recolección de pruebas materiales, análisis forense, y encadenamiento de evidencia para incriminar a los coligalleros y sustentar procesos penales.

 

Referencias

Zúñiga López, R. (2025). Fundamentos de Criminología. EUNED, San José, Costa Rica

Noticias Repretel Mediodía: Programa del viernes 20 de junio de 2025. (2025). Noticias Repretel. https://www.repretel.com/video/noticias-repretel-mediodia-programa-del-viernes-20-de-junio-de-2025/?utm_source

lunes, 23 de junio de 2025

Relación entre la Criminología y las diferentes ciencias afines.

 

La Criminología no puede entenderse ni desarrollarse plenamente sin el acompañamiento de otras ciencias, su campo de estudio, que abarca el delito, el delincuente, la víctima y el control social, es tan amplio y dinámico que requiere nutrirse de diferentes disciplinas para poder comprender la complejidad del fenómeno criminal. No se trata de un ejercicio teórico; se trata de la posibilidad real de generar intervenciones más eficaces, humanas y ajustadas a la realidad, esta relación interdisciplinaria no es un accesorio académico, es una necesidad técnica, social y ética.

Dentro del abanico de ciencias afines a la Criminología, tres tienen un vínculo particularmente estrecho: el Derecho Penal, la Política Criminal y la Penología. Estas tres disciplinas no solo comparten con la Criminología un interés por la respuesta social ante el delito, sino que ofrecen perspectivas y herramientas concretas que fortalecen su capacidad de análisis, prevención y propuesta, a su vez, la Criminología también les aporta una mirada crítica y contextualizada que las obliga a evolucionar más allá de su enfoque tradicional.

El Derecho Penal establece las reglas del juego: define qué conductas son delitos, cuáles son las penas que se deben imponer, y cómo debe actuar el sistema penal ante la transgresión de normas, pero esta definición legal no siempre refleja la realidad social. La Criminología interviene aquí para preguntar por qué ciertos hechos se criminalizan y otros no, a quién favorecen esas leyes, si son eficaces o si profundizan la exclusión.

Así, no solo se limita a operar dentro del marco legal, sino que lo examina, lo cuestiona y, cuando es necesario, propone transformarlo. Esa interacción permite que el Derecho Penal no se mantenga ajeno a los cambios sociales, y que la Criminología actúe con una base normativa clara.

Por su parte, la Política Criminal representa la aplicación práctica de las decisiones estatales frente al delito, es el instrumento que utiliza el Estado para establecer prioridades, diseñar estrategias de prevención, organizar el aparato policial y penitenciario, y regular el sistema de justicia. En este campo, la Criminología cumple un papel indispensable; ya que, proporciona evidencia probada para fundamentar decisiones, señala riesgos de políticas ineficaces o represivas, propone modelos de prevención social, y ayuda a evitar que las decisiones políticas se basen únicamente en reacciones emocionales o discursos populistas. De esta manera, convierte a la Política Criminal en una herramienta racional, equilibrada y centrada en la convivencia.

La Penología, por otro lado, se encarga del estudio de las penas, el sistema penitenciario y la ejecución de las sanciones, en este contexto, la Criminología aporta un análisis profundo sobre el impacto de las penas, especialmente la prisión, en la vida de las personas condenadas y en la sociedad en general.

Examina si el sistema carcelario cumple con su función resocializadora o si, por el contrario, se convierte en una fábrica de exclusión, violencia y reincidencia. Desde allí, promueve modelos restaurativos, justicia alternativa y reformas en las políticas penitenciarias que coloquen al ser humano en el centro de la intervención.

Estas relaciones son fundamentales para lograr un enfoque integral del fenómeno criminal, la Criminología no debe actuar como una disciplina que simplemente recoge datos o describe conductas; debe ser una ciencia que propone, que transforma, que cuestiona los modelos establecidos y que trabaja activamente por una sociedad más justa y menos violenta. Pero eso solo es posible si mantiene un diálogo constante con las disciplinas que gestionan legal, política y operativamente el delito y sus consecuencias.

Ahora bien, estas ciencias también tienen relación con otra disciplina distinta: la Criminalística, a diferencia de la Criminología, la Criminalística se enfoca en el análisis técnico y científico del “cómo” del delito, recolecta y procesa evidencia, analiza huellas, rastros, armas, escenas del crimen y todo tipo de indicios materiales.

Pero para que su trabajo tenga sentido jurídico, necesita al Derecho Penal que le diga qué investigar, para tener relevancia política, depende de la Política Criminal que defina prioridades y para aplicarse dentro del sistema carcelario, requiere de la Penología cuando ocurre un hecho delictivo dentro del penal.

En este sentido, Derecho Penal, Política Criminal y Penología también se relacionan con la Criminalística, aunque desde una perspectiva distinta. Mientras que la Criminología establece un diálogo crítico y reflexivo con estas disciplinas, la Criminalística se articula con ellas desde una función técnico-operativa, no las cuestiona, pero trabaja en coordinación para generar pruebas, respaldar investigaciones y fortalecer el aparato judicial.

La Criminología no puede caminar sola, necesita del Derecho Penal para ubicar su campo de acción, de la Política Criminal para transformar su conocimiento en decisiones concretas, y de la Penología para evaluar los efectos de esas decisiones en la vida de las personas. Pero también estas disciplinas necesitan a la Criminología para evitar convertirse en instrumentos de control ineficaz o represión disfrazada de justicia, la riqueza está en la integración, en la construcción colectiva del conocimiento y en la voluntad de poner ese saber al servicio del bien común.

Por eso, más que ciencias afines, son aliadas estratégicas, unidas, pueden dejar de administrar el delito para empezar a resolver sus causas. Esa es la meta de una Criminología verdaderamente útil: no explicar el crimen desde la frialdad, sino prevenirlo desde la humanidad.


Ciencia afín

Relación con la Criminología

Relación con la Criminalística

Derecho Penal

La Criminología analiza y cuestiona los delitos normalizados, evalúa su eficacia, su legitimidad y propone reformas con base en justicia social.

Establece el marco legal para que la Criminalística determine qué pruebas buscar y cómo procesarlas.

Política Criminal

La Criminología aporta datos, diagnósticos y análisis para diseñar políticas de prevención, reinserción y control más racionales y justas.

Marca las prioridades investigativas y determina el papel de la Criminalística en campañas contra delitos específicos (narcotráfico).

Penología

La Criminología evalúa el impacto de las penas, propone alternativas a la prisión y promueve una justicia centrada en la rehabilitación y la dignidad humana.

Tiene una relación funcional en casos de crímenes cometidos en prisión, aportando evidencia para esclarecer hechos en el contexto penitenciario.



https://www.youtube.com/watch?v=hhA0yk6JJkg&t=1s

La Asamblea Legislativa avanzó en una reforma que elimina penas de prisión para ciertos delitos menores, priorizando medidas alternativas como servicios comunitarios o terapias.

La Penología estudia las penas y su ejecución, esta reforma modifica directamente las penas y su aplicación, poniendo en marcha nuevos enfoques penales más centrados en la persona.

Refuerza la utilidad de la Criminología, que aporta evidencia sobre la eficacia de las penas no privativas, su impacto social y los beneficios de enfoques restaurativos.

 

Referencias

Dictaminan positivamente reforma que elimina penas de cárcel por calumnias o injurias. (2025). Asamblea Legislativa Costa Rica. https://www.youtube.com/watch?v=hhA0yk6JJkg&t=1s

Zúñiga López, R. (2025). Fundamentos de Criminología. EUNED, San José, Costa Rica.


domingo, 22 de junio de 2025

Diferencias entre Criminología y Criminalística.

Aunque frecuentemente confundidas en el lenguaje cotidiano e incluso en entornos académicos, la Criminología y la Criminalística son dos ciencias profundamente distintas, tanto en su objeto de estudio como en su finalidad, su utilidad, la relación con el Derecho Penal y el campo laboral. Reconocer estas diferencias no es solo una precisión técnica, sino una necesidad ética y metodológica para fortalecer la administración de justicia, garantizar derechos y prevenir errores en el abordaje del fenómeno criminal.

“Uno de los errores comunes es confundir la criminología con la criminalística. A pesar de que son dos palabras que parecen sinónimos…, son dos términos completamente diferentes…” (Zúñiga López, 2025, p. 154)

La Criminología es una ciencia social que estudia el delito como fenómeno humano, social, psicológico y estructural, su objeto de estudio abarca al delito, al delincuente, a la víctima y al control social. No se limita a comprender el hecho como una acción aislada, sino que busca entender las causas profundas, los contextos que lo posibilitan y los efectos que genera, es una ciencia analítica, reflexiva y crítica, comprometida con la transformación social.

En cambio, la Criminalística es una ciencia auxiliar, de corte técnico-científico, orientada a la investigación de los indicios materiales del delito, su finalidad es aclarar cómo ocurrió un hecho delictivo, quién lo cometió y con qué medios. Estudia la escena del crimen, recolecta pruebas físicas, aplica métodos de laboratorio y reconstruye cronológicamente los eventos. Es una ciencia forense, exacta y aplicada al proceso penal, que aporta pruebas para establecer la verdad basada en los hechos.

La diferencia en finalidad es profunda, mientras la Criminología intenta explicar y prevenir el delito, desde una perspectiva multidisciplinaria, la Criminalística pretende reconstruir el hecho delictivo ya cometido para colaborar con el sistema judicial. La primera se proyecta hacia el cambio estructural y social, la segunda hacia la verificación empírica de los hechos, una trabaja sobre el porqué, la otra sobre el cómo y el quién.

En cuanto a su utilidad, la Criminología permite diseñar políticas públicas, estrategias de prevención, programas de resocialización, medidas de atención a víctimas y análisis institucional del sistema penal, su aporte es de largo plazo y tiene impacto en la toma de decisiones legislativas, educativas, policiales y sociales. Por otra parte, la Criminalística tiene una utilidad inmediata dentro de procesos judiciales: su valor reside en su capacidad para aportar pruebas indiscutibles que permitan sostener o descartar una acusación, ambas son útiles, pero en esferas distintas.

Respecto a su coadyuvancia (cooperación) al Derecho Penal, la Criminología lo hace desde un enfoque crítico, cuestionando sus alcances, límites, selectividad y capacidad real de prevención, puede incluso señalar cómo ciertas figuras delictivas refuerzan estructuras de desigualdad o exclusión.

La Criminalística, en cambio, se alinea funcionalmente al Derecho Penal: su propósito es aportar los elementos técnicos que permiten comprobar la existencia de un hecho típico, antijurídico y culpable, mientras la primera puede cuestionar el derecho mismo, la segunda lo respalda desde lo técnico.

En lo laboral, los criminólogos suelen trabajar en instituciones públicas como ministerios de justicia, centros penitenciarios, institutos de prevención, organismos internacionales, centros de atención a víctimas, organizaciones sociales y universidades, su perfil es investigativo, pedagógico, preventivo y social.

Por otro lado, los criminalistas, laboran principalmente en cuerpos policiales, laboratorios forenses, fiscalías, medicina legal, unidades de escena del crimen o como peritos (expertos) judiciales. Su trabajo está directamente vinculado con la etapa de investigación penal y judicialización del caso.

Para ilustrar con claridad las diferencias, aquí se presentan tres discrepancias adicionales desde una perspectiva más práctica:

1. Diferencia en la intervención ante un asesinato:

Un criminalista llega a la escena del crimen, recolecta huellas, analiza rastros de sangre, determina la trayectoria de los disparos y evalúa posibles objetos utilizados, su función es documentar la escena con precisión para que esa información sea válida en un juicio. Un criminólogo, por su parte, analiza el entorno social de la víctima y del agresor, estudia si existe un patrón delictivo en la zona, investiga si hay vínculos con estructuras de crimen organizado o violencia doméstica, y propone medidas para prevenir nuevos casos.

2. Diferencia al fenómeno pandillero:

La Criminalística podría intervenir tras un tiroteo entre bandas para determinar cuántas armas se usaron, desde qué puntos se disparó, o si se utilizaron vehículos robados. En cambio, la Criminología se enfoca en comprender las razones por las cuales los jóvenes ingresan a las pandillas, el papel de la marginación urbana, la ausencia estatal o el fracaso escolar y desde ahí propone programas de intervención temprana, modelos restaurativos y acciones sociales.

3. Diferencia en casos de violencia intrafamiliar:

El criminalista podría recolectar evidencia física (golpes, registros de llamadas, elementos que corroboren un abuso). El criminólogo profundiza en la dinámica familiar, detecta ciclos de violencia, evalúa si existe un patrón cultural de normalización del maltrato y diseña estrategias para romper la repetición transgeneracional de la violencia. Mientras uno aporta pruebas, el otro aporta soluciones estructurales.

Estas diferencias no implican oposición, sino un complemento, ambas ciencias son necesarias y cuando trabajan en colaboración se potencia la capacidad del Estado para impartir justicia de forma integral. Pero para lograr esa coordinación, es indispensable respetar la especificidad de cada una, confundirlas, mezclarlas o utilizarlas de forma intercambiable no solo es un error técnico: es una falta de respeto al dolor de las víctimas y una pérdida de eficacia en el combate al crimen.

Desde una mirada humanizada, es crucial enfatizar que ni la Criminología ni la Criminalística deben perder de vista a la persona, detrás de cada dato hay una vida, una historia, una comunidad afectada. Ambas ciencias, desde sus diferencias, tienen una responsabilidad común: contribuir a una sociedad más segura, más justa y menos violenta. Pero esa contribución solo será real si se trabaja con ética, con precisión técnica y con sentido humano.

La noticia de Repretel publicada en abril de 2025 que informa sobre la propuesta del gobierno de construir una mega cárcel de máxima seguridad, inspirada en el modelo salvadoreño dice:

“Algunos expertos en criminología y derechos humanos consideran que, aunque la idea puede ser atractiva, no es viable replicar el modelo salvadoreño en suelo costarricense.”

Tiene relación con el tema de criminología y criminalística porque, la Criminalística tendría un papel técnico en asegurar que el proceso penal se base en pruebas irrefutables dentro del centro penal, la Criminología, por su parte, se vería involucrada en el análisis de, si este tipo de medidas realmente previenen el delito o si agravan las condiciones estructurales de exclusión.

 

Referencias

Zúñiga López, R. (2025). Fundamentos de Criminología. EUNED, San José, Costa Rica.

¿Una “Cárcel Bukele” en Costa Rica? Gobierno anunció plan este miércoles. (abril 10, 2025). Repretel. https://www.repretel.com/noticia/una-carcel-bukele-en-costa-rica-gobierno-anuncio-plan-este-miercoles/ 

sábado, 21 de junio de 2025

Finalidad de la Criminología y su utilidad.

 

“Es la ciencia que estudia integralmente el fenómeno criminal considerando su génesis, variables, actores y consecuencias, con el objetivo de explicar su existencia, prevenir su ocurrencia y mitigar las repercusiones individuales y sociales.” (COLEGIO DE PROFESIONALES EN CRIMINOLOGÍA DE COSTA RICA)

La Criminología, como ciencia social aplicada, no se justifica por el solo hecho de analizar la conducta desviada o el delito, su existencia adquiere sentido cuando su conocimiento se traduce en transformaciones concretas para el bienestar humano. Hablar de la finalidad de la Criminología implica comprender que su razón de ser va más allá de la observación académica o el diagnóstico técnico: se trata de una ciencia cuyo valor se mide por su impacto en la vida real, en la justicia cotidiana, en la seguridad con dignidad y en la capacidad de prevenir el sufrimiento social.

Durante años, el enfoque dominante en los sistemas penales ha sido reactivo, se estudia al delincuente, se caracteriza el delito, se dicta la sentencia, pero si la Criminología solo operara como herramienta para alimentar un sistema disciplinario, entonces su existencia sería redundante o incluso peligrosa. La finalidad verdadera de esta ciencia no puede ser otra que la de transformar realidades: reducir la criminalidad, evitar la revictimización, desarmar los mecanismos estructurales que generan violencia y desigualdad, y construir escenarios sociales donde el delito no sea necesario ni probable.

La utilidad de la Criminología, por lo tanto, no reside únicamente en su capacidad para describir fenómenos, sino en su potencial para intervenir en ellos, su labor debe enfocarse en entender profundamente el porqué de las conductas desviadas, para desde allí proponer soluciones eficaces, respetuosas y sostenibles. Esa utilidad se manifiesta de forma concreta en la prevención del delito, en la formulación de políticas públicas, en el diseño de estrategias educativas, en la intervención social comunitaria y en el acompañamiento a víctimas e infractores.

Una de las metas fundamentales de esta ciencia es anticiparse al daño, no se trata de esperar a que se cometa un crimen para actuar, sino de identificar señales de riesgo, factores criminógenos, contextos de vulnerabilidad, y ofrecer respuestas preventivas, especialmente desde el ámbito social. Allí donde fallan las instituciones, crecen las posibilidades de vulnerabilidad, la Criminología debe ser entonces una ciencia anticipadora, sensible a los síntomas de descomposición social, y no una simple analista de los hechos consumados.

También debe intervenir en los procesos de resocialización, la reclusión sin acompañamiento, la sanción sin orientación, la pena sin alternativa, solo generan reincidencia y profundización del daño; es por esto que, la Criminología útil es aquella que diseña caminos de reinserción, programas que permiten al infractor asumir su responsabilidad y reconstruir un proyecto de vida dentro de la legalidad y el respeto. Es una ciencia que no castiga: orienta, acompaña, transforma, su finalidad no es el encierro, sino la integración social.

Desde una perspectiva más crítica, es indispensable advertir que muchas veces la Criminología ha sido manipulada por sistemas autoritarios, para justificar controles excesivos, medidas desproporcionadas o prácticas de vigilancia que comprometen los derechos humanos y esta deformación pervierte su esencia.

La Criminología útil es aquella que desafía el poder cuando este abusa de su función, que protege a las poblaciones vulnerables, que cuestiona las leyes injustas, que denuncia la criminalización selectiva. Es una ciencia que se compromete éticamente con la justicia social.

No puede hablarse de finalidad sin considerar el contexto cultural, las conductas que una sociedad considera criminales están profundamente influenciadas por su historia, por su sistema de valores, por sus desigualdades estructurales, en ese sentido, la Criminología debe evitar toda reclamación de universalidad disciplinaria.

Lo que importa no es imponer un modelo de control, sino comprender cómo se configuran las dinámicas delictivas en cada comunidad, para desde allí generar respuestas contextualizadas. Una Criminología útil es también una Criminología situada, conectada con la realidad que estudia.

El aspecto humano es irrevocable, la finalidad de esta disciplina no puede reducirse a cifras o estadísticas, debido a que, cada delito encierra una historia, cada infractor es un sujeto, cada víctima es una persona; por eso, la Criminología debe operar desde la empatía, desde la escucha activa, desde la capacidad de leer el dolor y el conflicto sin caer en simplificaciones. La utilidad real de esta ciencia es medible en términos de vidas protegidas, de sufrimientos evitados, de oportunidades reconstruidas.

Asimismo, su propósito debe ser educativo, una sociedad que no comprende las causas del delito, que responde con miedo o venganza, se vuelve más violenta, más injusta. La Criminología tiene el deber de ser una herramienta de enseñanza, que acerque a la población general a una comprensión más profunda de los fenómenos criminales. Debe contribuir a una ciudadanía crítica, capaz de cuestionar los discursos simplistas, de demandar políticas públicas basadas en evidencia y de participar en la construcción de paz social.

Además, su utilidad se proyecta hacia el diseño y evaluación de políticas públicas, no se trata de acumular diagnósticos, sino de incurrir directamente en las decisiones que toman los gobiernos, los jueces, los cuerpos policiales y las organizaciones sociales. La Criminología debe dialogar con los actores del sistema, traducir su conocimiento técnico en propuestas concretas, comprensibles y viables, tiene que ser parte del diseño de un nuevo contrato social que priorice la prevención, la reparación y la equidad.

En definitiva, la finalidad de la Criminología es promover el bienestar colectivo a través de una comprensión profunda y transformadora de las dinámicas del delito, la desviación y la conflictividad social, su utilidad se demuestra en la capacidad de proteger a la víctima, de acompañar al infractor en un proceso de reintegración, de fortalecer los mecanismos de control social sin violentar los derechos, y de generar comunidades más comunicativas, más seguras y más justas.

No basta con saber qué es el delito o quién lo comete, lo fundamental es preguntarse: ¿cómo evitarlo? ¿cómo transformar la realidad que lo origina? ¿cómo hacer que quienes lo han cometido no lo repitan? En ese trayecto, la Criminología encuentra su verdadero propósito: no ser una ciencia del castigo, sino del cambio, no ser una ciencia del miedo, sino de la esperanza.

 

Referencias

Criminología (s.f). COLEGIO DE PROFESIONALES EN CRIMINOLOGÍA DE COSTA RICA. https://criminologia.or.cr/?utm_source

López Delgado, A, K. (2024). La criminología: su utilidad y perspectivas futuras. Notitia Criminis. https://notitiacriminis.mx/tribuna/nfirmas/7584/

Zúñiga López, R. (2025). Fundamentos de Criminología. EUNED, San José, Costa Rica.

viernes, 20 de junio de 2025

Objeto de la Criminología (Delito, Delincuente, Víctima y Control Social)

 

La Criminología es una ciencia social viva, no es estática ni inflexible, su objeto de estudio se define por cuatro grandes pilares: el delito, el delincuente, la víctima y el control social, pero más allá de una enumeración técnica, estos elementos representan realidades profundamente humanas.

La criminología “es una ciencia empírica, que aborda cuatro elementos, los cuales confluyen en un hecho delictivo como lo es el delito, el perpetrador, la persona afectada, así como el control social.” (Zúñiga López, p. 89)

Cada uno de ellos es una expresión compleja de la conducta, el dolor, la desigualdad y la búsqueda de respuestas que trasciendan la simple reacción correctiva. Pensar en el objeto de la Criminología es, en realidad, pensar en cómo una sociedad enfrenta el conflicto, el daño y la posibilidad de redención o transformación.

El delito, como punto de partida, no es una simple infracción legal, es una construcción social, jurídica y cultural, su definición varía en el tiempo, según los intereses de quienes detentan el poder. En algunos contextos, se criminaliza la pobreza; en otros, se normaliza la violencia estructural mientras se persigue con fuerza la marginalidad; es por eso que, entender el delito implica despojarse de prejuicios y observarlo desde una visión crítica: ¿qué conductas se tipifican?, ¿por qué?, ¿a quién benefician esas definiciones?

Además, el delito no es solo un hecho individual; es un fenómeno atravesado por condiciones sociales, económicas y simbólicas, la criminología no puede conformarse con describirlo: debe interrogarlo. Su objetivo no puede limitarse a la estadística ni a la clasificación, sino a la comprensión de lo que representa en términos de fractura social, expresión de desigualdad o producto de un entorno opresivo. El delito, entonces, no es solo una “acción desviada”, sino una alerta sobre fallas más profundas en la estructura de convivencia.

Como un segundo lugar, el delincuente no debe ser visto como un sujeto aislado, ni como un ente maligno ajeno a la sociedad, esa visión ha generado estigmas, exclusiones y políticas represivas que terminan por reproducir la criminalidad. El ser humano que atenta tiene historia, contexto, motivaciones y, sobre todo, potencial de transformación.

Es un error suponer que el delincuente nace como tal o que no puede reformarse, esta concepción determinista ha sido útil a los sistemas sancionarios, pero es incompatible con un enfoque humanista, empírico y social.

La Criminología debe acercarse al delincuente desde la comprensión y no desde la condena moral, esto no significa justificar conductas dañinas, sino entender los factores que las originan y perpetúan. Pobreza, exclusión, traumas, fallos en la socialización o contextos de violencia sistemática son elementos que no pueden ignorarse, una criminología eficaz debe ir más allá del castigo: debe apostar por la prevención real, la resocialización efectiva y la eliminación de las condiciones que generan la delincuencia.

Por otra parte, la víctima ha sido, por mucho tiempo, una figura olvidada, el enfoque penal clásico centró su atención en el hecho y en el infractor, excluyendo a la víctima a un rol pasivo. Sin embargo, el reconocimiento de su protagonismo ha permitido una evolución sustantiva en los estudios criminológicos, la víctima no es un simple receptor del daño, sino un actor que requiere reparación, escucha y dignificación.

El abordaje de la víctima exige una doble mirada; ya que, por un lado, reconocer su dolor, su necesidad de justicia, de venganza, de protección y, por otro, evitar caer en una instrumentalización política de su sufrimiento. Hay que prevenir que su figura sea usada para justificar políticas autoritarias o vengativas, la verdadera justicia no debe usarse como excusa para alimentar el populismo disciplinario. Proteger a la víctima significa garantizar sus derechos sin sacrificar los de otros.

En esta noticia: https://elpais.com/america/2025-06-04/extradiciones-y-atentados-la-mano-larga-de-ortega-acecha-a-los-refugiados-en-costa-rica.html?utm_source, muestra cómo la violencia política trasciende fronteras y convierte a los refugiados en víctimas de atentados, amenazas y persecución en Costa Rica

Finalmente, el control social es el elemento que articula todo el objeto de estudio criminológico y no se trata solamente de instituciones represivas como la policía o el sistema penal, el control social incluye también las formas informales de regulación, como la familia, la escuela, la comunidad, los medios de comunicación y ahora, cada vez más, las redes sociales. La forma en que una sociedad controla los comportamientos considerados desviados habla de sus valores, sus contradicciones y sus prioridades.

El control social puede ser funcional o disfuncional, puede servir para preservar la unión, o para mantener privilegios, puede promover la convivencia, o reforzar la desigualdad, una criminología comprometida no puede ser neutral ante esta realidad. Debe analizar críticamente los mecanismos de control: ¿a quién se controla?, ¿cómo?, ¿con qué criterios? ¿Es el control social una herramienta de equidad o de exclusión?

Además, es imprescindible pensar en nuevas formas de control social que no se basen solo en la sanción, sino en la prevención inteligente, en la inclusión, en el acceso equitativo a oportunidades, el castigo debe dejar de ser el centro de la política criminal. El control que transforma no es el que vigila, sino el que educa, el que acompaña, el que repara, es por eso que, el papel de la criminología es también propositivo: debe construir modelos de convivencia que reduzcan la necesidad de control represivo.

En conjunto, estos cuatro componentes del objeto de estudio de la Criminología revelan una misma constante: el ser humano, tanto el que transgrede como el que sufre la transgresión, como quien observa y decide cómo reaccionar ante ella, forman parte de una red interdependiente. El delito, el delincuente, la víctima y el control social no son entes abstractos, sino personas reales, con historias, emociones y derechos.

Por eso, una Criminología verdaderamente científica y comprometida no puede alejarse de lo humano, su razón de ser no es acumular conocimiento por sí mismo, sino poner ese conocimiento al servicio de una sociedad más justa, más libre de violencia y más sensible al dolor del otro. El reto no es solo entender el crimen, sino ayudar a evitarlo sin deshumanizar al infractor, sin invisibilizar a la víctima y sin justificar controles arbitrarios, en ese equilibrio complejo y desafiante está la verdadera fuerza que transforma esta ciencia.

 

Referencias

Quesada Webb, A. (junio 3, 2025). Extradiciones y atentados: la mano larga de Ortega acecha a los refugiados en Costa Rica. El País. https://elpais.com/america/2025-06-04/extradiciones-y-atentados-la-mano-larga-de-ortega-acecha-a-los-refugiados-en-costa-rica.html?utm_source

Zúñiga López, R. (2025). Fundamentos de Criminología. EUNED, San José, Costa Rica.

jueves, 19 de junio de 2025

¿Es la Criminología una ciencia, refiérase a los aportes de la Escuela Clásica y Positivista del pensamiento criminológico?

 

Decir que la Criminología es una ciencia no es una simple afirmación contundente, sino la confirmación de un proceso largo, complejo y profundamente humanizado, esta disciplina no nació como ciencia plena; fue el resultado de una evolución que implicó rupturas epistemológicas, confrontaciones ideológicas y, sobre todo, una lucha por legitimarse frente a un conocimiento que, por siglos, fue monopolizado por la filosofía, el derecho penal o la medicina forense.

Al observar sus orígenes, la Escuela Clásica marca un punto de partida, con autores como Cesare Beccaria y Jeremy Bentham, se introdujo una perspectiva racionalista del delito, el delincuente era visto como un ser libre, que elegía delinquir bajo un cálculo de costo-beneficio. Este enfoque, aunque limitado en términos explicativos del fenómeno criminal, sembró una base ética y filosófica fundamental: el respeto por el libre albedrío, la proporcionalidad del castigo, la prevención general. Sin embargo, la Escuela Clásica no ofrecía una comprensión profunda de las motivaciones reales del infractor, ni exploraba los factores sociales, psicológicos o biológicos que podían influir en la conducta.

La Escuela Positivista, en cambio, representó una ruptura crucial, fue aquí donde la Criminología comenzó a tener el tono de ciencia empírica, con pensadores como Cesare Lombroso, Enrico Ferri y Raffaele Garófalo, se introdujo el método científico, la observación sistemática y la idea de que el delito tiene causas que pueden estudiarse, descubrirse y explicarse.

Aunque con evidentes errores metodológicos e inclinaciones ideológicas (como los intentos de vincular la criminalidad con rasgos físicos) el positivismo colocó a la Criminología en un camino de rigor científico y de exploración multidisciplinaria.

El paso del paradigma causal-explicativo al paradigma interaccionista fue otro salto cualitativo. La Criminología ya no se contentó con buscar “la causa” del crimen, sino que empezó a analizar las dinámicas sociales, los procesos de criminalización, la interacción entre el individuo y el entorno, y esta transición muestra cómo esta ciencia ha dejado de ser estática o inflexible para llegar a convertirse en un saber en constante reconstrucción.

Hoy en día, la Criminología se reconoce como una ciencia social empírica, interdisciplinaria y con objeto de estudio definido: el delito, el delincuente, la víctima y el control social. Su cientificidad no depende solamente del uso de una metodología práctica (aunque esta es esencial) sino de su capacidad para generar conocimiento válido, verificable, contextualizado y aplicable, y no basta con observar o describir; la Criminología interpreta, propone y, sobre todo, transforma.

Decir que es una ciencia implica reconocer que utiliza métodos (como el estadístico, el descriptivo, el experimental, el histórico y el correlacional) lo cuales permiten construir teorías y verificar hipótesis. Por ejemplo, mediante estudios longitudinales, se pueden identificar patrones de reincidencia o comprender el impacto de ciertas medidas preventivas, mediante encuestas de percepción o de victimización, se accede a dimensiones subjetivas que también forman parte del fenómeno criminal.

Pero el aspecto más humano y profundo de esta ciencia es su finalidad: el bienestar social, la Criminología no estudia el delito por mero morbo o por control, sino para entender las condiciones que lo generan y buscar estrategias que minimicen el sufrimiento humano. Es una ciencia que se interesa por el sujeto detrás del hecho, por la víctima que necesita reparación, por las estructuras sociales que perpetúan la desigualdad y la exclusión.

Además, ha incorporado una crítica desde el sur global, visibilizando cómo la criminalización muchas veces obedece a intereses de poder. Se ha comenzado a denunciar que las categorías de “delincuente” o “crimen” no siempre responden a una lógica objetiva, sino a construcciones sociales e históricas marcadas por la desigualdad; en este sentido, el pensamiento crítico (representado por autores como Zaffaroni o Agozino) propone una Criminología que cuestione la violencia estructural y los sistemas que normalizan la opresión.

Esto implica que la Criminología ya no es solo una ciencia que “analiza” sino que también “cuestiona” y “propone”, se convierte en una herramienta para el cambio social y si en algún momento fue señalada por carecer de método o de teorías universalmente válidas, hoy esa crítica carece de fundamento. Su valor no radica en ser una ciencia exacta, sino en ser una ciencia humana, sensible, aplicada, situada y con capacidad de adaptación a las realidades culturales, sociales y económicas de cada contexto.

La Criminología no es perfecta. Tiene limitaciones, direcciones, y está en constante revisión; pero eso no la invalida como ciencia; por el contrario, confirma su carácter dinámico. Es ciencia porque genera conocimiento que orienta políticas públicas, porque forma profesionales capacitados para intervenir en fenómenos sociales complejos y porque aporta a la construcción de sociedades más justas y seguras.

Por todo esto, afirmar que la Criminología es una ciencia no solo es una declaración técnica, la criminología es también una defensa de un saber que nació para entender el dolor humano y ofrecer soluciones. Una ciencia que, más allá de estadísticas o teorías, coloca a las personas en el centro, entendiendo que detrás de cada conducta hay una historia, una motivación y, sobre todo, una posibilidad de cambio.


“La criminología es una ciencia tan dinámica, que estudia directamente los hechos criminales, así como las conductas desviadas.” (Zúñiga López, p. 89)


San José alcanzó 103 homicidios durante los primeros cuatro meses de 2025, lo que equivale a “prácticamente, uno al día”, su relación con la criminología es que esta noticia evidencia un contexto dinámico que demanda enfoques criminológicos interdisciplinares, desde el positivismo, el análisis de variables estructurales y sociales (territorialidad, poder de pandillas) es vital. Las cifras obligan a explorar rápidamente hipótesis sobre control social, respuestas institucionales y prevención; además, un enfoque crítico-humanizado debería cuestionar cómo la política de mano dura (influenciadas por escuelas clásicas y positivistas) inciden en la violencia urbana, y qué tan compatibles son con el respeto a derechos humanos y procesos de justicia. (Altamirano Bolaños, 2025)


Referencias

Altamirano Bolaños, Y. (mayo 2025). Un homicidio por día: San José vive una ola de asesinatos sin precedentes. La Nación. https://www.nacion.com/sucesos/un-homicidio-por-dia-san-jose-vive-una-ola-de/EJ3P6AQUSZDYNHGPHDABTAGEI4/story/?utm_source

Zúñiga López, R. (2025). Fundamentos de Criminología. EUNED, San José, Costa Rica

jueves, 12 de junio de 2025

Comparación de la política criminal de persecución penal y carcelaria de El Salvador y la de Costa Rica.

 

Cuando se habla de política criminal, se habla de poder y se habla de cómo el Estado decide quién debe ser perseguido penalmente, bajo qué criterios, con qué intensidad y con qué propósito, y de acuerdo en este contexto, El Salvador y Costa Rica representan dos caras de una moneda.

Una, está endurecida por la represión sancionaría y el populismo penal; y la otra, tensionada por la moderación legalista, pero no excusada de contradicciones. Esta comparación no pretende caer en simplismos ni estereotipos, sino analizar con mirada crítica y propositiva cómo se construyen las respuestas penales frente a realidades sociales complejas, y qué enseñanzas podrían extraerse de ambas experiencias.

El Salvador, se podría decir que es un experimento autoritario de la "mano dura", desde hace más de dos décadas, El Salvador ha transitado por políticas de “mano dura” y “súper mano dura” como respuesta a la violencia ejercida por pandillas; sin embargo, fue con el actual gobierno de Nayib Bukele que esta política criminal dio un giro aún más extremo.

Un Estado de excepción que ya ha superado los dos años de vigencia y que ha permitido detenciones masivas, la suspensión de derechos fundamentales y la militarización de barrios enteros, la estrategia que utiliza ha sido celebrada por parte de la población salvadoreña, principalmente por la sensación de seguridad inmediata que ha generado.

Pero esta percepción se sostiene sobre un terreno peligrosamente inestable: el debilitamiento de las garantías procesales, el acumulamiento de personas encarceladas a un punto extremo, la represión indiscriminada y la opacidad institucional.

La prisión preventiva se ha convertido prácticamente en regla, no hay excepción, según organizaciones como Human Rights Watch y Cristosal, más de 80,000 personas han sido detenidas desde el inicio del régimen de excepción, muchas sin orden judicial ni pruebas claras, y con dificultades para acceder a defensa legal.

La política criminal salvadoreña, lejos de diferenciar entre grados de responsabilidad penal, ha optado por la lógica del enemigo: quien es sospechoso, es culpable; quien es capturado, debe ser encerrado, y quien cuestiona el sistema, es cómplice.

La cárcel, entonces, no funciona como mecanismo de resocialización ni como último recurso del sistema penal, sino como un instrumento de control político y social. Esto, aunque haya reducido la violencia a corto plazo, plantea enormes riesgos estructurales: ¿qué pasará cuando esas personas salgan? ¿Qué efectos psicológicos, sociales y económicos deja la prisión masiva en comunidades ya vulnerables? ¿Cómo se reinsertan decenas de miles de personas señaladas y sin debido proceso?

Costa Rica, por otro lado, ha intentado mantener un modelo de política criminal más garantista, con un enfoque humanista del derecho penal, al menos en el plano normativo, la Constitución Política, el Código Penal y el Código Procesal Penal reflejan un respeto formal por los derechos humanos y por el principio de intervención mínima.

A diferencia de El Salvador, Costa Rica no ha vivido una crisis de violencia estructural como la de las maras; sin embargo, si enfrenta sus propios retos: el crecimiento del narcotráfico, el aumento del crimen organizado y la sobrepoblación penitenciaria.



La prisión preventiva, aunque regulada por principios de proporcionalidad y necesidad, se utiliza en más de un 15% de los casos penales, y muchas veces se prolonga de forma innecesaria, además, Costa Rica ha llegado a experimentar una tendencia creciente hacia el poder disciplinario selectivo, especialmente en temas de drogas. Las cárceles están saturadas, y los programas de reinserción social son limitados o mal financiados y aunque aún no se ha llegado a los extremos de El Salvador, hay una presión social y política por “mano dura”, sobre todo en contextos electorales.

La Fiscalía General y el Poder Judicial costarricense han defendido históricamente la autonomía y el respeto al debido proceso, pero estas garantías se ven erosionadas por la lentitud procesal, la falta de recursos y la desconfianza ciudadana en la justicia. Hay una necesidad urgente de revisar la política criminal no solo desde la óptica legal, sino también desde una perspectiva integral: prevención, educación, justicia restaurativa y alternativas a la prisión deben convertirse en pilares de una política pública coherente.

Dos modelos en tensión: ¿cuál es el costo real?

La comparación entre ambos países no puede limitarse a sus estadísticas de criminalidad o número de personas presas, esto debe hacerse desde una perspectiva ética, estructural y humana, El Salvador ha sacrificado garantías y libertades fundamentales a cambio de una seguridad aparente, mientras Costa Rica mantiene una fachada garantista que muchas veces no se cumple en la práctica. Ambos modelos están en crisis, aunque por razones diferentes: uno por su autoritarismo abierto; el otro, por su fragilidad institucional y falta de ejecución efectiva.

Lo que debería preocuparnos es que ambos países siguen considerando la prisión como el centro de la política criminal, la persecución penal, en lugar de ser racional y estratégica, responde a impulsos políticos, presiones mediáticas y demandas inmediatas. En este contexto, la pregunta no es solo qué tanto castiga un Estado, sino para qué castiga, a quién castiga y con qué resultados.

Hacia una política criminal centrada en la dignidad humana

Es necesario construir políticas criminales regionales que superen el paradigma carcelario, esto no se trata de ser blandos con el crimen, sino de ser inteligentes y justos. Una política criminal eficaz debe priorizar la prevención social, el fortalecimiento del tejido comunitario, la educación y la inclusión laboral, la cárcel debe ser el último recurso, no la primera respuesta.

Costa Rica podría liderar este cambio si logra consolidar mecanismos de justicia restaurativa, invertir en mediación comunitaria y transformar su sistema penitenciario en uno orientado a la reinserción real. El Salvador, por su parte, necesita regresar al Estado de derecho, desmilitarizar la seguridad pública y reconstruir su sistema judicial desde los derechos humanos, el populismo correctivo solo genera soluciones superficiales, pero deja heridas profundas.

Ambos países tienen una oportunidad histórica: repensar su política criminal no desde la venganza, sino desde la dignidad. No se trata de castigar más, sino de castigar mejor —y, cuando sea posible, evitar castigar.

“Las fuerzas de seguridad salvadoreñas han cometido violaciones generalizadas de derechos humanos desde que, a finales de marzo, se adoptó el régimen de excepción… documenta detenciones arbitrarias masivas, torturas y otras formas de maltrato contra personas detenidas, desapariciones forzadas, muertes bajo custodia y procesos penales abusivos,” señalaron Human Rights Watch y Cristosal.


Referencias Bibliográficas

El Salvador: Abusos generalizados durante el régimen de excepción. (2022). https://www.hrw.org/es/news/2022/12/07/el-salvador-abusos-generalizados-durante-el-regimen-de-excepcion?utm_source

Hell spilling over: Is Costa Rica’s preventive prison system in need of reform? (2016). The Tico Times. https://ticotimes.net/2016/08/09/preventive-prison?utm_source

miércoles, 11 de junio de 2025

La importancia de la criminología para la política criminal: una salida crítica al estancamiento jurídico-penal.

En las últimas décadas, las democracias latinoamericanas han mostrado señales preocupantes de agotamiento en sus sistemas de justicia penal y Costa Rica no es ajena a este fenómeno, el aparato jurídico, aferrado a modelos inquebrantables, responde con lentitud a nuevas formas de criminalidad y reproduce respuestas sancionarías que no solo resultan ineficaces, sino que generan efectos sociales adversos.

En este contexto, la criminología se presenta como una herramienta imprescindible para el diseño de una política criminal que no repita errores del pasado, sino que proponga soluciones sostenibles, humanas y contextualizadas.

La criminología, como ciencia práctica e interdisciplinaria, ofrece un enfoque analítico riguroso sobre las causas, condiciones y consecuencias del delito. Va más allá de la mera estadística y explora dimensiones sociales, económicas, culturales, psicológicas y políticas del fenómeno criminal.

Por eso, su relevancia para la política criminal es indiscutible, mientras el derecho penal determina, la criminología explica, donde la norma establece sanciones, la criminología interroga las causas. No puede haber una política criminal coherente si se ignora la realidad que pretende transformar.

Uno de los grandes obstáculos del derecho penal tradicional es su tendencia a abstraerse de los contextos. La doctrina penal costarricense, por ejemplo, se ha enfocado históricamente en la teoría del delito, dejando en segundo plano la realidad social donde el delito ocurre. Esto ha favorecido una política criminal reactiva, muchas veces influenciada por climas de opinión pública antes que, por evidencia científica, es de este modo que, se promulga para tranquilizar momentáneamente a la ciudadanía, no para resolver los problemas estructurales que producen y reproducen la criminalidad.

La criminología propone una forma distinta de entender y gestionar la criminalidad, no niega el papel del derecho penal, pero lo sitúa dentro de un sistema más amplio que incluye factores de prevención, intervención comunitaria, justicia restaurativa y la reinserción social. Desde esta perspectiva, el castigo pierde centralidad y se convierte en un medio, no en un fin; en cambio, la política criminal se redefine como una herramienta integral de política pública, orientada no a castigar más, sino a castigar mejor, y en muchos casos, a evitar castigos innecesarios.

Una política criminal basada en el conocimiento criminológico permite diferenciar entre distintos tipos de delitos y de ofensores, no todos los crímenes tienen la misma causa, ni todos los infractores presentan los mismos riesgos o necesidades, esta distinción es fundamental para optimizar recursos estatales y evitar respuestas automatizadas que, lejos de disuadir, profundizan ciclos de exclusión y reinserción a la sociedad. La criminología, por tanto, no solo informa decisiones políticas, sino que las humaniza, al reconocer la complejidad de los sujetos y de sus contextos.

En Costa Rica, los esfuerzos por integrar la criminología a la política criminal han sido tímidos, si bien existen profesionales formados en criminología dentro del sistema penitenciario, la mayoría de las decisiones de política criminal siguen siendo tomadas por actores jurídicos sin formación interdisciplinaria.

Esto genera un círculo vicioso: se legisla desde el desconocimiento del fenómeno criminal, se aplica una política disciplinaria ineficaz, y luego se culpa al infractor de un sistema que nunca lo entendió, esta lógica debe ser rota con urgencia.

Romper el estancamiento requiere repensar los fines del derecho penal, si este debe proteger bienes jurídicos y preservar la convivencia social, entonces debe ser racional, proporcional y auxiliar; sin embargo, la política criminal en Costa Rica ha derivado en muchas ocasiones hacia el populismo penal: se endurecen penas, se amplían tipos penales y se recurre a la prisión como respuesta preferente, sin evaluar el impacto real de estas medidas, en este punto, la criminología ofrece una voz opositora, fundamentada y crítica.

Por ejemplo, diversos estudios han demostrado que el aumento de penas no reduce la criminalidad de forma sostenida y tampoco la sobrepoblación carcelaria mejora la seguridad ciudadana, lo que sí ha logrado demostrar eficacia son los programas de prevención situacional, la inversión en educación y salud, el fortalecimiento del tejido comunitario, y las políticas de inclusión social. Todos estos elementos son ajenos al derecho penal, pero centrales para una criminología comprometida con la justicia social y no solo con el control formal.

Además, es necesario que la política criminal tenga mecanismos de evaluación y retroalimentación, una política sin diagnósticos actualizados, sin indicadores de impacto, y sin capacidad de corrección, está destinada al fracaso. La criminología aporta precisamente estas herramientas: metodologías para evaluar programas, estudios longitudinales sobre reincidencia, entre otros. Con ello, no solo se mejora la eficacia de las políticas públicas, sino que se garantiza un uso racional del poder disciplinario del Estado.

Ahora bien, integrar la criminología en la política criminal no es solo una cuestión técnica, sino también política, se requiere voluntad institucional, cambios legislativos, y una nueva cultura jurídica, significa aceptar que el derecho penal no es autosuficiente, que necesita de otras disciplinas para cumplir sus fines. También implica asumir que muchas veces el delito no es un simple acto individual, sino el síntoma de estructuras sociales más amplias: pobreza, desigualdad, violencia intrafamiliar, consumo problemático de drogas, entre otros.

Por eso, la propuesta no es abandonar el derecho penal, sino reformular su papel dentro del sistema de justicia, en lugar de ser el centro, debe ser el último recurso, en lugar de aplicar castigos uniformes, debe promover respuestas diferenciadas. En lugar de basarse en intuiciones y presiones mediáticas, debe fundamentarse en evidencia, esta es la propuesta que la criminología trae consigo: un derecho penal más humilde, más inteligente, más humano.

La relación entre derecho penal y criminología, defiende por una política criminal moderna, no debe ser de competencia, sino de colaboración, es así como la medicina necesita de la biología, el derecho penal necesita de la criminología. Solo desde esta alianza se puede construir una justicia verdaderamente restaurativa, capaz de sanar el daño social y de evitar que la cárcel sea la única respuesta del Estado frente al conflicto.

En resumen, la criminología es crucial para salir del estancamiento jurídico-penal en Costa Rica, su aporte permite diseñar políticas criminales más eficaces, legítimas y humanas. También nos invita a repensar los objetivos del derecho penal, a cuestionar sus excesos y a proponer alternativas sustentadas, ignorar la criminología es condenar a la política criminal a la improvisación y al fracaso, integrarla, en cambio, es dar un paso hacia una justicia con conocimiento, con contexto y con compasión.

"Se hace necesario potenciar la discusión político-criminal desde ópticas interdisciplinarias, como parte de la solución al problema de las prácticas tradicionales –populistas– que normalmente suelen centrar la discusión político-criminal en forma inmediatista y sin partir de evidencias." (Martínez, R, Gaspar, A, p. 8)



Referencias Bibliográficas

Gaspar Chirino, A & Martínez Huamán, R. (2015). Estudios de Política Criminal y Derecho Penal: Actuales Tendencias. [Archivo PDF] file:///C:/Users/Ashley/AppData/Local/Temp/Rar$DIa4596.474/Politica%20criminal%20y%20derecho%20penal.pdf

Molina, T. (2025) 2025, año de campaña política, ¿qué nos espera en materia de seguridad? La República. https://www.larepublica.net/noticia/2025-ano-de-campana-politica-que-nos-espera-en-materia-de-seguridad

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