miércoles, 11 de junio de 2025

La importancia de la criminología para la política criminal: una salida crítica al estancamiento jurídico-penal.

En las últimas décadas, las democracias latinoamericanas han mostrado señales preocupantes de agotamiento en sus sistemas de justicia penal y Costa Rica no es ajena a este fenómeno, el aparato jurídico, aferrado a modelos inquebrantables, responde con lentitud a nuevas formas de criminalidad y reproduce respuestas sancionarías que no solo resultan ineficaces, sino que generan efectos sociales adversos.

En este contexto, la criminología se presenta como una herramienta imprescindible para el diseño de una política criminal que no repita errores del pasado, sino que proponga soluciones sostenibles, humanas y contextualizadas.

La criminología, como ciencia práctica e interdisciplinaria, ofrece un enfoque analítico riguroso sobre las causas, condiciones y consecuencias del delito. Va más allá de la mera estadística y explora dimensiones sociales, económicas, culturales, psicológicas y políticas del fenómeno criminal.

Por eso, su relevancia para la política criminal es indiscutible, mientras el derecho penal determina, la criminología explica, donde la norma establece sanciones, la criminología interroga las causas. No puede haber una política criminal coherente si se ignora la realidad que pretende transformar.

Uno de los grandes obstáculos del derecho penal tradicional es su tendencia a abstraerse de los contextos. La doctrina penal costarricense, por ejemplo, se ha enfocado históricamente en la teoría del delito, dejando en segundo plano la realidad social donde el delito ocurre. Esto ha favorecido una política criminal reactiva, muchas veces influenciada por climas de opinión pública antes que, por evidencia científica, es de este modo que, se promulga para tranquilizar momentáneamente a la ciudadanía, no para resolver los problemas estructurales que producen y reproducen la criminalidad.

La criminología propone una forma distinta de entender y gestionar la criminalidad, no niega el papel del derecho penal, pero lo sitúa dentro de un sistema más amplio que incluye factores de prevención, intervención comunitaria, justicia restaurativa y la reinserción social. Desde esta perspectiva, el castigo pierde centralidad y se convierte en un medio, no en un fin; en cambio, la política criminal se redefine como una herramienta integral de política pública, orientada no a castigar más, sino a castigar mejor, y en muchos casos, a evitar castigos innecesarios.

Una política criminal basada en el conocimiento criminológico permite diferenciar entre distintos tipos de delitos y de ofensores, no todos los crímenes tienen la misma causa, ni todos los infractores presentan los mismos riesgos o necesidades, esta distinción es fundamental para optimizar recursos estatales y evitar respuestas automatizadas que, lejos de disuadir, profundizan ciclos de exclusión y reinserción a la sociedad. La criminología, por tanto, no solo informa decisiones políticas, sino que las humaniza, al reconocer la complejidad de los sujetos y de sus contextos.

En Costa Rica, los esfuerzos por integrar la criminología a la política criminal han sido tímidos, si bien existen profesionales formados en criminología dentro del sistema penitenciario, la mayoría de las decisiones de política criminal siguen siendo tomadas por actores jurídicos sin formación interdisciplinaria.

Esto genera un círculo vicioso: se legisla desde el desconocimiento del fenómeno criminal, se aplica una política disciplinaria ineficaz, y luego se culpa al infractor de un sistema que nunca lo entendió, esta lógica debe ser rota con urgencia.

Romper el estancamiento requiere repensar los fines del derecho penal, si este debe proteger bienes jurídicos y preservar la convivencia social, entonces debe ser racional, proporcional y auxiliar; sin embargo, la política criminal en Costa Rica ha derivado en muchas ocasiones hacia el populismo penal: se endurecen penas, se amplían tipos penales y se recurre a la prisión como respuesta preferente, sin evaluar el impacto real de estas medidas, en este punto, la criminología ofrece una voz opositora, fundamentada y crítica.

Por ejemplo, diversos estudios han demostrado que el aumento de penas no reduce la criminalidad de forma sostenida y tampoco la sobrepoblación carcelaria mejora la seguridad ciudadana, lo que sí ha logrado demostrar eficacia son los programas de prevención situacional, la inversión en educación y salud, el fortalecimiento del tejido comunitario, y las políticas de inclusión social. Todos estos elementos son ajenos al derecho penal, pero centrales para una criminología comprometida con la justicia social y no solo con el control formal.

Además, es necesario que la política criminal tenga mecanismos de evaluación y retroalimentación, una política sin diagnósticos actualizados, sin indicadores de impacto, y sin capacidad de corrección, está destinada al fracaso. La criminología aporta precisamente estas herramientas: metodologías para evaluar programas, estudios longitudinales sobre reincidencia, entre otros. Con ello, no solo se mejora la eficacia de las políticas públicas, sino que se garantiza un uso racional del poder disciplinario del Estado.

Ahora bien, integrar la criminología en la política criminal no es solo una cuestión técnica, sino también política, se requiere voluntad institucional, cambios legislativos, y una nueva cultura jurídica, significa aceptar que el derecho penal no es autosuficiente, que necesita de otras disciplinas para cumplir sus fines. También implica asumir que muchas veces el delito no es un simple acto individual, sino el síntoma de estructuras sociales más amplias: pobreza, desigualdad, violencia intrafamiliar, consumo problemático de drogas, entre otros.

Por eso, la propuesta no es abandonar el derecho penal, sino reformular su papel dentro del sistema de justicia, en lugar de ser el centro, debe ser el último recurso, en lugar de aplicar castigos uniformes, debe promover respuestas diferenciadas. En lugar de basarse en intuiciones y presiones mediáticas, debe fundamentarse en evidencia, esta es la propuesta que la criminología trae consigo: un derecho penal más humilde, más inteligente, más humano.

La relación entre derecho penal y criminología, defiende por una política criminal moderna, no debe ser de competencia, sino de colaboración, es así como la medicina necesita de la biología, el derecho penal necesita de la criminología. Solo desde esta alianza se puede construir una justicia verdaderamente restaurativa, capaz de sanar el daño social y de evitar que la cárcel sea la única respuesta del Estado frente al conflicto.

En resumen, la criminología es crucial para salir del estancamiento jurídico-penal en Costa Rica, su aporte permite diseñar políticas criminales más eficaces, legítimas y humanas. También nos invita a repensar los objetivos del derecho penal, a cuestionar sus excesos y a proponer alternativas sustentadas, ignorar la criminología es condenar a la política criminal a la improvisación y al fracaso, integrarla, en cambio, es dar un paso hacia una justicia con conocimiento, con contexto y con compasión.

"Se hace necesario potenciar la discusión político-criminal desde ópticas interdisciplinarias, como parte de la solución al problema de las prácticas tradicionales –populistas– que normalmente suelen centrar la discusión político-criminal en forma inmediatista y sin partir de evidencias." (Martínez, R, Gaspar, A, p. 8)



Referencias Bibliográficas

Gaspar Chirino, A & Martínez Huamán, R. (2015). Estudios de Política Criminal y Derecho Penal: Actuales Tendencias. [Archivo PDF] file:///C:/Users/Ashley/AppData/Local/Temp/Rar$DIa4596.474/Politica%20criminal%20y%20derecho%20penal.pdf

Molina, T. (2025) 2025, año de campaña política, ¿qué nos espera en materia de seguridad? La República. https://www.larepublica.net/noticia/2025-ano-de-campana-politica-que-nos-espera-en-materia-de-seguridad

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Buscar este blog

Archivo del blog