Decir
que la Criminología es una ciencia no es una simple afirmación contundente,
sino la confirmación de un proceso largo, complejo y profundamente humanizado,
esta disciplina no nació como ciencia plena; fue el resultado de una evolución
que implicó rupturas epistemológicas, confrontaciones ideológicas y, sobre todo,
una lucha por legitimarse frente a un conocimiento que, por siglos, fue
monopolizado por la filosofía, el derecho penal o la medicina forense.
Al
observar sus orígenes, la Escuela Clásica marca un punto de partida, con
autores como Cesare Beccaria y Jeremy Bentham, se introdujo una perspectiva
racionalista del delito, el delincuente era visto como un ser libre, que elegía
delinquir bajo un cálculo de costo-beneficio. Este enfoque, aunque limitado en
términos explicativos del fenómeno criminal, sembró una base ética y filosófica
fundamental: el respeto por el libre albedrío, la proporcionalidad del castigo,
la prevención general. Sin embargo, la Escuela Clásica no ofrecía una
comprensión profunda de las motivaciones reales del infractor, ni exploraba los
factores sociales, psicológicos o biológicos que podían influir en la conducta.
La
Escuela Positivista, en cambio, representó una ruptura crucial, fue aquí donde
la Criminología comenzó a tener el tono de ciencia empírica, con pensadores
como Cesare Lombroso, Enrico Ferri y Raffaele Garófalo, se introdujo el método
científico, la observación sistemática y la idea de que el delito tiene causas
que pueden estudiarse, descubrirse y explicarse.
Aunque
con evidentes errores metodológicos e inclinaciones ideológicas (como los
intentos de vincular la criminalidad con rasgos físicos) el positivismo colocó
a la Criminología en un camino de rigor científico y de exploración
multidisciplinaria.
El
paso del paradigma causal-explicativo al paradigma interaccionista fue otro
salto cualitativo. La Criminología ya no se contentó con buscar “la causa” del
crimen, sino que empezó a analizar las dinámicas sociales, los procesos de
criminalización, la interacción entre el individuo y el entorno, y esta
transición muestra cómo esta ciencia ha dejado de ser estática o inflexible para
llegar a convertirse en un saber en constante reconstrucción.
Hoy
en día, la Criminología se reconoce como una ciencia social empírica,
interdisciplinaria y con objeto de estudio definido: el delito, el delincuente,
la víctima y el control social. Su cientificidad no depende solamente del uso
de una metodología práctica (aunque esta es esencial) sino de su capacidad para
generar conocimiento válido, verificable, contextualizado y aplicable, y no
basta con observar o describir; la Criminología interpreta, propone y, sobre
todo, transforma.
Decir
que es una ciencia implica reconocer que utiliza métodos (como el estadístico,
el descriptivo, el experimental, el histórico y el correlacional) lo cuales permiten
construir teorías y verificar hipótesis. Por ejemplo, mediante estudios
longitudinales, se pueden identificar patrones de reincidencia o comprender el
impacto de ciertas medidas preventivas, mediante encuestas de percepción o de
victimización, se accede a dimensiones subjetivas que también forman parte del
fenómeno criminal.
Pero
el aspecto más humano y profundo de esta ciencia es su finalidad: el bienestar
social, la Criminología no estudia el delito por mero morbo o por control, sino
para entender las condiciones que lo generan y buscar estrategias que minimicen
el sufrimiento humano. Es una ciencia que se interesa por el sujeto detrás del
hecho, por la víctima que necesita reparación, por las estructuras sociales que
perpetúan la desigualdad y la exclusión.
Además,
ha incorporado una crítica desde el sur global, visibilizando cómo la
criminalización muchas veces obedece a intereses de poder. Se ha comenzado a
denunciar que las categorías de “delincuente” o “crimen” no siempre responden a
una lógica objetiva, sino a construcciones sociales e históricas marcadas por
la desigualdad; en este sentido, el pensamiento crítico (representado por autores
como Zaffaroni o Agozino) propone una Criminología que cuestione la violencia
estructural y los sistemas que normalizan la opresión.
Esto
implica que la Criminología ya no es solo una ciencia que “analiza” sino que también
“cuestiona” y “propone”, se convierte en una herramienta para el cambio social
y si en algún momento fue señalada por carecer de método o de teorías
universalmente válidas, hoy esa crítica carece de fundamento. Su valor no
radica en ser una ciencia exacta, sino en ser una ciencia humana, sensible,
aplicada, situada y con capacidad de adaptación a las realidades culturales,
sociales y económicas de cada contexto.
La
Criminología no es perfecta. Tiene limitaciones, direcciones, y está en
constante revisión; pero eso no la invalida como ciencia; por el contrario,
confirma su carácter dinámico. Es ciencia porque genera conocimiento que
orienta políticas públicas, porque forma profesionales capacitados para
intervenir en fenómenos sociales complejos y porque aporta a la construcción de
sociedades más justas y seguras.
Por
todo esto, afirmar que la Criminología es una ciencia no solo es una
declaración técnica, la criminología es también una defensa de un saber que
nació para entender el dolor humano y ofrecer soluciones. Una ciencia que, más
allá de estadísticas o teorías, coloca a las personas en el centro, entendiendo
que detrás de cada conducta hay una historia, una motivación y, sobre todo, una
posibilidad de cambio.
“La
criminología es una ciencia tan dinámica, que estudia directamente los hechos
criminales, así como las conductas desviadas.” (Zúñiga López, p. 89)
San
José alcanzó 103 homicidios durante los primeros cuatro meses de 2025, lo que
equivale a “prácticamente, uno al día”, su relación con la criminología es que esta
noticia evidencia un contexto dinámico que demanda enfoques criminológicos
interdisciplinares, desde el positivismo, el análisis de variables estructurales
y sociales (territorialidad, poder de pandillas) es vital. Las cifras obligan a
explorar rápidamente hipótesis sobre control social, respuestas institucionales
y prevención; además, un enfoque crítico-humanizado debería cuestionar cómo la
política de mano dura (influenciadas por escuelas clásicas y positivistas)
inciden en la violencia urbana, y qué tan compatibles son con el respeto a
derechos humanos y procesos de justicia.
Referencias
Altamirano
Bolaños, Y. (mayo 2025). Un homicidio por
día: San José vive una ola de asesinatos sin precedentes. La Nación. https://www.nacion.com/sucesos/un-homicidio-por-dia-san-jose-vive-una-ola-de/EJ3P6AQUSZDYNHGPHDABTAGEI4/story/?utm_source
Zúñiga
López, R. (2025). Fundamentos de Criminología. EUNED, San José, Costa Rica
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