lunes, 9 de junio de 2025

Diferencia entre política criminal y política general. ¿Qué beneficios presenta una Política Criminal bien planteada y dirigida?

 

En una época marcada por el crecimiento exponencial del delito y el sentimiento generalizado de inseguridad, hablar de política criminal ya no puede limitarse a debates jurídicos o institucionales. Es una cuestión de interés colectivo, de justicia y, sobre todo, de responsabilidad estatal, la política criminal no debe entenderse como una simple herramienta legal, sino como una estrategia pensada para salvaguardar derechos, reducir daños sociales y contribuir a la paz social. Para lograrlo, es vital diferenciarla de la política general, sin perder de vista que ambas se relacionan estrechamente.

Desde el documento de Julio Enrique Aparicio, se deja claro que una política criminal ineficiente puede convertirse en una carga social, económica y humana difícil de sostener; por ello, más que insistir en la represión, debemos promover una visión crítica, racional y preventiva del fenómeno criminal. La siguiente reflexión busca precisamente eso: distinguir adecuadamente entre política general y política criminal, y luego argumentar por qué una política criminal bien orientada representa uno de los pilares más valiosos para el desarrollo y la unión social.

La política general es el marco amplio desde el cual el Estado dirige los asuntos públicos, se ocupa de diseñar y ejecutar estrategias en materia económica, social, educativa, sanitaria, ambiental y de seguridad, su función es garantizar el bienestar colectivo a través de decisiones que afectan a toda la población. La política general establece el “cómo” se gobierna y “para qué” se orientan los recursos públicos, su alcance es amplio, integral y abarca múltiples dimensiones de la vida en sociedad.

La política criminal, en cambio, es una expresión especializada de esa política general, centrada en la prevención, control y respuesta ante la criminalidad. Mientras la política general busca el desarrollo y la organización global del país, la política criminal se enfoca en determinar qué conductas se consideran delictivas, cómo deben sancionarse, qué métodos de prevención son efectivos y cómo lograr la reinserción social del infractor.

Ahora bien, aunque la política criminal surge dentro del marco de la política general, tiene características que justifican su distinción como disciplina autónoma:

Tiene un objeto específico: el delito y sus consecuencias sociales, requiere un enfoque técnico-multidisciplinario: involucra criminología, sociología, derecho penal, psicología y políticas públicas, opera bajo un fuerte control jurídico: por su capacidad de limitar derechos fundamentales.

Según nos dice Aparicio, J. E, “una Política Criminal Integral es un conjunto amplio, complejo y diversificado de medidas y acciones [...] tendiente a reducir, limitar y atenuar el delito en general, la violencia como base, promoviendo el ascenso social de la población y el desarrollo económico social del país” (p. 2). Esto deja en evidencia que su función trasciende el castigo: está al servicio del bienestar social y de la transformación estructural de las causas del crimen.

La falsa solución de la represión penal, uno de los aportes más relevantes del documento de Aparicio, J. E, es su denuncia clara contra el uso desmedido del castigo como herramienta central de la política criminal. Cuando el delito se combate únicamente con represión —más cárceles, más penas, más policías— se genera una falsa sensación de control, mientras el problema de fondo se agrava, el autor expone el caso de Estados Unidos, donde se invierten más de 93 millones de dólares diarios en prisiones, con tasas de reincidencia del 66%. Esta cifra pone en evidencia el fracaso del modelo correctivo como respuesta aislada.

 https://www.facebook.com/PuntoDeReferenciaMex/videos/el-millonario-negocio-de-las-c%C3%A1rceles-para-personas-migrantes-en-eua/1373887033952048/

Además, se señala cómo el gasto excesivo en sistemas penitenciarios desplaza recursos fundamentales en salud, educación y vivienda, generando un efecto contrario al esperado: “consecuentemente aumenta la pobreza y la marginalidad, la ineducación, la enfermedad y las adicciones. Este círculo vicioso realimenta la violencia y el delito”.

Este diagnóstico obliga a replantear el sentido de la política criminal: no como castigo, sino como herramienta para construir convivencia social, recuperar el tejido comunitario y prevenir el delito desde la raíz.

Los beneficios de una política criminal bien planteada y dirigida dentro de este panorama, sería crear un diseño de una política criminal bien estructurada ofreciendo beneficios sustanciales para toda la sociedad. Entre los más relevantes, destacan:

Mayor eficiencia del sistema de justicia: Una política criminal clara, preventiva y con criterios racionales permite descomprimir al sistema judicial, evitar el colapso carcelario y mejorar la calidad de las intervenciones penales. La justicia deja de actuar a ciegas y gana en coherencia y efectividad.

Reducción del delito a largo plazo: Al enfocarse en la prevención, en la inclusión social y en el fortalecimiento de entornos seguros para jóvenes y familias, la política criminal impacta positivamente en la reducción del delito. La represión detiene, pero no transforma; la prevención, en cambio, rompe los ciclos de violencia.

Uso racional de los recursos del Estado: Invirtiendo en estrategias comunitarias, educativas, sanitarias y urbanas, se reduce la necesidad de medidas costosas como el encarcelamiento, esto permite un manejo más sostenible del gasto público, y además genera políticas públicas con enfoque social y no meramente punitivo.

Fortalecimiento de la confianza ciudadana: Una política criminal coherente y respetuosa de los derechos humanos mejora la legitimidad del Estado y cuando la ciudadanía percibe que hay justicia, que no se castiga por pobreza ni por diferencia, se restablece la confianza y la participación democrática.

Reinserción y justicia restaurativa: Una política criminal moderna apuesta por la resocialización del infractor, brindando herramientas para que retome una vida productiva. Las penas alternativas, la educación intracarcelaria y los programas de justicia restaurativa permiten reparar el daño sin recurrir al encierro perpetuo.

En conclusión, dentro del control al equilibrio social, la política criminal no puede seguir funcionando como un apéndice de emergencia del sistema penal, requiere planificación, diagnóstico, diálogo interdisciplinario y voluntad de cambio. Como señala Aparicio, J. E, no se trata solo de reaccionar al delito, sino de construir condiciones sociales que hagan menos probable su aparición.

Diferenciar política criminal de política general no es un juego académico es una necesidad estructural, una política criminal bien planteada debe formar parte de un proyecto más amplio de desarrollo humano y justicia social. Cuando se logra ese equilibrio —entre prevención, sanción, reintegración y participación ciudadana—, se fortalece no solo el Estado, sino también la vida democrática y la convivencia pacífica.

La seguridad no nace del miedo ni del castigo desmedido. Nace de la justicia, de la inclusión y de la dignidad. Esa es la política criminal que necesitamos construir.


 Referencias Bibliográficas

Aparicio, J. E. ¿Qué es una Política Criminal? Y ¿cómo se elaboran una Política Criminal y un Plan Director de Política Criminal? [Archivo PDF] file:///C:/Users/Ashley/AppData/Local/Temp/Rar$DIa8268.3368/Qu%C3%A9%20es%20una%20Pol%C3%ADtica%20Criminal.pdf

Punto de Referencia (2025). El millonario negocio de las cárceles para personas #migrantes en EUA. https://www.facebook.com/PuntoDeReferenciaMex/videos/el-millonario-negocio-de-las-c%C3%A1rceles-para-personas-migrantes-en-eua/1373887033952048/

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